Completamente
relajante
(1
Juan 1, 5 – 2, 2; Mateo 11, 25-30) El
Dios luminoso de quien nos habla la primera lectura no se aleja de nuestras
tinieblas, sino que, al contrario, las acoge incansablemente, para sacarnos de
ellas siempre nuevos. Asimismo, Jesús, mensajero incansable del amor en la
verdad, conoce sin embargo nuestras fatigas y quiere aliviarlas. Él es nuestro
descanso, en la mansedumbre y humildad que son también las de Dios, su Padre y
la nuestra. ■
Jean-Marc Liautaud, Fondacio
(Hechos 14, 5-18) Cuando la vida me trae su parte de sufrimiento, de fracasos, de soledad, ¡qué difícil es confiar! Pero es el camino a la liberación, a la curación.
Primera lectura
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (14,5-18):
EN aquellos días, cuando en Iconio se produjeron conatos de violencia de parte de los gentiles y de los judíos, con sus autoridades, para maltratar a Pablo y a Bernabé y apedrearlos; al darse cuenta de la situación, huyeron a las ciudades de Licaonia, a Listra y Derbe y alrededores, donde se pusieron a predicar el Evangelio.
Había en Listra, sentado, un hombre impedido de pies; cojo desde el seno de su madre, nunca había podido andar. Estaba escuchando las palabras de Pablo, y este, fijando en él la vista y viendo que tenía una fe capaz de obtener la salud, le dijo en voz alta:
«Levántate, ponte derecho sobre tus pies».
El hombre dio un salto y echó a andar. Al ver lo que Pablo había hecho, el gentío exclamó en la lengua de Licaonia:
«Los dioses en figura de hombres han bajado a visitarnos».
A Bernabé lo llamaban Zeus, y a Pablo, Hermes, porque se encargaba de hablar. El sacerdote del templo de Zeus que estaba a la entrada de la ciudad trajo a las puertas toros y guirnaldas y, con la gente, quería ofrecerles un sacrificio.
Al oírlo los apóstoles Bernabé y Pablo, se rasgaron el manto e irrumpieron por medio del gentío, gritando y diciendo:
«Hombres, ¿qué hacéis? También nosotros somos humanos de vuestra misma condición; os anunciamos esta Buena Noticia: que dejéis los ídolos vanos y os convirtáis al Dios vivo “que hizo el cielo, la tierra y el mar y todo lo que contienen”. En las generaciones pasadas, permitió que cada pueblo anduviera su camino; aunque no ha dejado de dar testimonio de sí mismo con sus beneficios, mandándoos desde el cielo la lluvia y las cosechas a sus tiempos, dándoos comida y alegría en abundancia».
Con estas palabras, a dura penas disuadieron al gentío de que les ofrecieran un sacrificio.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 113B,1-2.3-4.15-16
R/. No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria
No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»? R/.
Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas. R/.
Benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (14,21-26):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama será amado mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Le dijo Judas, no el Iscariote:
«Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?»
Respondió Jesús y le dijo:
«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».
Palabra del Señor
Recordando las Revelaciones de Dios
“Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho».”
A veces olvidamos todo lo que Dios nos ha dicho. Por ejemplo, podemos tener una experiencia clara de la presencia de Dios en nuestras vidas, como una poderosa percepción espiritual obtenida a través de la oración, una profunda convicción de Su voz hablada a través de un sermón, la libertad transformadora que se encuentra a través del Sacramento de la Reconciliación, o alguna forma de inconfundible claridad impartida a través de la lectura de las Sagradas Escrituras.
Cuando Dios nos habla, impartiéndonos Su Verdad, Su fuerza, Su perdón y toda otra forma de gracia, nos consolamos espiritualmente al sentir Su cercanía. Pero cuando surgen problemas, esos momentos de claridad pueden perderse fácilmente.
Los discípulos habrían tenido muchas experiencias esclarecedoras durante los tres años del ministerio público de Jesús. Se maravillaron de la autoridad espiritual que encontraron en Sus sermones, fueron testigos de innumerables milagros, vieron cómo los pecadores eran liberados, vieron a Jesús transfigurado en gloria y vieron a nuestro Señor entrar profundamente en oración con el Padre.
Cada vez que encontraron el poder de Dios en acción, habrían crecido en su convicción de que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. Pero Jesús también sabía que estos discípulos pronto perderían su fe en Él. Él sabía que mientras miraban desde la distancia con miedo mientras arrestaban, golpeaban y mataban a Jesús, comenzarían a olvidar todo lo que habían experimentado anteriormente.
El miedo puede causar confusión, y Jesús sabía que sus discípulos pronto caerían en esa trampa. Por esta razón, Jesús pronunció las palabras anteriores a sus discípulos. Les prometió que el Espíritu Santo pronto vendría sobre ellos para enseñarles todo y recordarles todo lo que Él les había dicho.
Qué bueno sería si cada lección que aprendimos de Dios permaneciera al frente y al centro de nuestras vidas. Qué lindo sería si nunca permitiéramos que el miedo nos confunda y nos haga olvidar todo lo que Dios nos ha dicho de diversas maneras.
Así como Jesús sabía que los discípulos necesitarían la ayuda del Espíritu Santo para recordar, también sabe que nosotros necesitamos la misma ayuda del Espíritu Santo. Por lo tanto, las palabras dichas a los discípulos arriba también se nos dicen a nosotros. “El Abogado, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho”.
¿Qué lecciones de fe has aprendido en el pasado que necesitas recordar? Es el papel del Espíritu Santo traer esas lecciones a la mente cada vez que las necesitemos. Por lo tanto, a medida que nos acercamos a la gloriosa celebración de la Solemnidad de Pentecostés, es un buen momento para orar al Espíritu Santo y pedir el don de recordar las muchas formas en que Dios se ha revelado a nosotros.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo trabajan en perfecta armonía entre sí, pero cada uno tiene un papel distinto en nuestras vidas.
El papel del Espíritu Santo es especialmente conducirnos día a día al cumplimiento de la voluntad del Padre de llegar a ser perfectamente conformes a la Persona de Jesucristo.
Reflexiona hoy sobre esta poderosa promesa que nuestro Señor hizo a sus discípulos y a nosotros. Ora al Espíritu Santo. Ábrete a la dirección continua del Espíritu en tu vida y nunca permitas que el miedo te lleve a la confusión. En cambio, permite que Dios disipe toda confusión y te recuerde todo lo que te ha hablado a lo largo de tu vida.
Glorioso Señor Jesús, Tú prometiste a los discípulos y a todo Tu pueblo que el Espíritu Santo sería enviado a nosotros para recordarnos todo lo que Tú has revelado. Espíritu Santo, por favor desciende continuamente sobre mí, enséñame y guíame. Ayúdame a nunca olvidar las muchas lecciones que me han enseñado para que nunca deje que el miedo me lleve a la confusión. Jesús, en Ti confío.
Primera Lectura
Lectura de la
primera carta del apóstol san Juan (1,5–2,2):
Os anunciamos el
mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin tiniebla alguna. Si
decimos que estamos unidos a él, mientras vivimos en las tinieblas, mentimos
con palabras y obras. Pero, si vivimos en la luz, lo mismo que él está en la
luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos
limpia los pecados. Sí decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos
sinceros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos
perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia. Si decimos que no
hemos pecado, lo hacemos mentiroso y no poseemos su palabra. Hijos míos, os
escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguna peca, tenemos a uno que
abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por
nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo
entero.
Palabra de Dios
Salmo
Sal 102
R/. Bendice,
alma mía, al Señor
Bendice, alma mía,
al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.
Él perdona todas tus
culpas
y cura todas tus enfermedades,
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R/.
El Señor es
compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
no está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo. R/.
Como un padre siente
ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro. R/.
Pero la misericordia
del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos,
para los que guardan la alianza. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Mateo (11,25-30):
En aquel tiempo,
exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has
escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la
gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi
Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el
Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que
estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque
mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Palabra del Señor
Virgen y Doctora de la Iglesia—Memoria
1347–1380 Santa patrona de Europa, Italia, las enfermeras, los enfermos y
los ridiculizados por su piedad
Invocada contra incendios, abortos y tentaciones
Canonizada por el Papa Pío II el 29 de junio de 1461
Proclamada Doctora de la Iglesia por el Papa Pablo VI en octubre 4,
1970
Proclamada Copatrona de Europa por el Papa Juan
Pablo II el 1 de octubre de 1999
Cita:
¿No sabes, hija querida, que todos los sufrimientos que el alma soporta o
puede soportar en esta vida, son insuficientes para castigar la más pequeña
falta, porque la ofensa ha sido hecha a Mí, que soy el Bien Infinito?, exige
una satisfacción infinita? Sin embargo, deseo que sepáis, que no todas las
penas que se dan a los hombres en esta vida se dan como castigos, sino como
correcciones, para castigar al hijo cuando ofende; aunque es verdad que tanto
la culpa como la pena pueden ser expiadas por el deseo del alma, es decir, por
la verdadera contrición, no por el dolor finito soportado, sino por el deseo
infinito; porque Dios, que es infinito, desea un amor y un dolor infinitos
~El
Diálogo de Santa Catalina de Siena
Reflexión:
Caterina di Jacopo di
Benincasa (Catherine) fue la vigésimo tercera o vigésimo cuarta hija nacida de
padres amorosos en la próspera ciudad de Siena, Italia. Su gemela, así como la
mitad de sus veinticuatro hermanos, no sobrevivieron a la infancia. Cuando era
niña, Catherine se destacó. Le pusieron el sobrenombre de
"Euphrosyne", que significa "alegría", debido a su carácter
gozoso y su profunda devoción a Dios desde una edad temprana. A los cinco años
subía de rodillas las escaleras de su casa mientras rezaba el Ave María en cada
escalón. A la edad de seis años, mientras caminaba con su hermano, tuvo la
primera de muchas visiones. Vio a Jesús, sentado en un trono, coronado como
Rey, rodeado de los santos Pedro, Pablo y Juan. Esta experiencia sobrenatural llevó
a Catalina aún más profundamente a una vida de oración, penitencia y devoción
infantil. Al cabo de un año, había hecho el voto personal de entregar toda su
vida a Dios. Su vida de oración era tan evidente que sus padres le dieron un
dormitorio en el sótano para que pudiera usarlo como su lugar personal de
oración. Esta “celda” en la que vivió y rezó también estaba en su alma. Más
tarde le contaría a su director espiritual que cuando estaba preocupada o
tentada, construía una célula dentro de su mente, de la cual nunca podría huir.
Su vida de oración también aumentó sus virtudes y trató a su padre como a
Jesús, a su madre como a María y a sus hermanos como a los Apóstoles.
Cuando Catherine era una
adolescente, se opuso firmemente al deseo de sus padres de que se casara.
Quería dedicarse únicamente a Dios, por lo que comenzó a ayunar y orar. Incluso
llegó a cortarse el pelo para ser menos atractiva para los hombres jóvenes.
Finalmente, sus padres aceptaron su vocación.
En 1363, apenas tres días
después de cumplir dieciséis años, Catalina se unió a la Tercera Orden de Santo
Domingo. La Tercera Orden estaba formada por laicos que vestían hábito
religioso pero vivían en casa y trabajaban en el mundo en lugar de en un claustro.
Sirvieron a los pobres y enfermos y realizaron obras de caridad. Durante los
primeros años como Dominica de la Tercera Orden, Catalina vivió principalmente
una vida de reclusión y oración. Alrededor de los veintiún años, contrajo lo
que más tarde se describiría como “matrimonio místico” con nuestro Señor.
Mientras oraba, se le apareció Jesús, junto con la Virgen María y el rey David
como arpista. Jesús le puso un anillo en el dedo y se fue. El anillo permaneció
por el resto de su vida, aunque Catherine fue la única que pudo verlo.
Dos siglos después, la mística
española Santa Teresa de Ávila describiría así el matrimonio místico en su
clásico espiritual, Castillo Interior :
Cuando nuestro Señor se
complace en apiadarse de los sufrimientos, tanto pasados como presentes,
soportados por su anhelo por Él por esta alma que Él ha tomado espiritualmente
por Su esposa, Él, antes de consumar el matrimonio celestial, la trae a esta Su
mansión o cámara de presencia. Esta es la séptima morada, porque así como tiene
morada en el cielo, así también la tiene en el alma, donde nadie sino Él puede
morar y que se puede llamar segundo cielo.
Santa Teresa continuó
explicando que este matrimonio celestial, este segundo cielo, es un don
permanente otorgado a un alma. Por Su divina presciencia, cuando Él es
consciente de la santidad permanente de un alma, le otorga este don de unión
divina. Catherine fue una de las que recibió este raro regalo.
Después de recibir el don del
matrimonio espiritual, Catalina comenzó un ministerio más activo hacia los
pobres, los enfermos y los encarcelados de Siena. Cuando la peste bubónica
(“Peste Negra”) azotó Siena, Catherine y sus compañeros siguieron trabajando
arduamente, atendiendo a los afectados. Catalina también comenzó a involucrarse
en controversias que asolaban a la Iglesia y al Estado. Escribió cientos de
cartas a reyes, reinas, noblezas, religiosos, sacerdotes e incluso al propio
Papa. En ese momento, las divisiones en la Iglesia eran tan profundas que
Catalina se dedicó a severas penitencias y oraciones. Por ejemplo, ya no comía
ni bebía, vivía únicamente de la Sagrada Eucaristía que recibía todos los días.
Mientras estaba en Pisa en 1375, Catalina se enteró de las rebeliones dentro de
la Iglesia. Cayó en éxtasis y recibió el regalo de un estigma invisible, que
apareció físicamente en su cuerpo sólo después de su muerte. Tuvo una visión de
nuestro Señor crucificado y rayos de luz se extendieron desde el cuerpo de
Jesús hasta el de ella, atravesándola.
Un tema dominante de sus
cartas al Papa fue instarlo a regresar a Roma. En ese momento, el papado se
había trasladado a Aviñón, Francia, lo que se convirtió en la causa de muchos
conflictos internos de la Iglesia. Se eligieron antipapas y la confusión fue
generalizada. Catalina sabía que el Santo Padre, “papá” como ella lo llamaba,
necesitaba regresar a la Ciudad Eterna para poner fin al caos. Sus cartas, y
más tarde sus conversaciones cara a cara, no sólo fueron dirigidas al Santo
Padre con el afecto y la sinceridad de una amorosa hija espiritual, sino que
también fueron firmes, directas y desafiantes. En una carta al Papa Gregorio
XI, le escribió instándolo a regresar a Roma: “Te digo, padre en Cristo Jesús,
ven pronto como un manso cordero. Responded al Espíritu Santo que os llama. Yo
os digo: Venid, venid, venid, y no esperéis el tiempo, porque el tiempo no os
espera”. El Papa escuchó y regresó a Roma en 1377. Los últimos años de la vida
de Catalina los pasó escribiendo cartas, visitando ciudades que estaban en
guerra contra el papado y consultando a dos papas, primero el Papa Gregorio XI
y luego su sucesor el Papa Urbano VI. Ella unió al pueblo, ganó muchos
seguidores, abordó los abusos políticos, culturales y morales y dio un
testimonio continuo de Cristo crucificado a través de su vida penitencial.
Su último, y quizás el mayor,
regalo a la Iglesia fue su libro titulado El Diálogo de la Divina
Providencia. Se cree que este libro fue dictado por Catalina mientras
permanecía en éxtasis. Es una conversación entre un alma y el Padre Celestial.
Además de esta gran obra maestra espiritual, han sobrevivido 382 de sus cartas
y veintiséis de sus oraciones.
Santa Catalina fue una de las
santas más grandes e influyentes de la historia de la Iglesia. Durante su vida
tuvo un poderoso impacto en aquellos con quienes se encontró, incluido el Papa.
Con su muerte, sigue teniendo un profundo impacto en la Iglesia como Doctora de
la Iglesia. Nada de eso hubiera sido posible si ella no se hubiera dedicado a
fervientes oraciones y penitencias durante toda su vida. Reflexiona sobre tu
propia vida de oración mientras honramos a Santa Catalina y esfuérzate por
imitar su amor ardiente por su Señor, su Divino Esposo. Ese amor, alimentado
por un deseo insaciable de Dios, se ve maravillosamente en la siguiente oración
que ella misma escribió:
Oración:
Dios eterno, Trinidad eterna,
Tú has hecho tan preciosa la Sangre de Cristo al compartir Tu naturaleza
Divina. Eres un misterio tan profundo como el mar; cuanto más busco, más
encuentro, y cuanto más encuentro, más te busco. Pero nunca podré estar satisfecho;
Lo que recibo siempre me dejará deseando más. Cuando Tú llenas mi alma, tengo
un hambre cada vez mayor y me siento más hambriento de Tu luz. Deseo sobre todo
verte a Ti, la verdadera Luz, tal como eres realmente. Amén.
Santa Catalina de Siena, ruega
por mí. Jesús, en Ti confío.